El último trabajo de Alejandro Gomboc fue un comercio que vendía libros usados, en Capital Federal. Corría 2001, y de tener unos cinco clientes por día pasó a tener 50.
Todos se iban del país y vendían sus libros. “Una de las consignas que nos habíamos fijado con mi esposa era hacer una actividad nueva por nuestra cuenta antes de los 40”, rememora. Fue un momento de replanteo general, aunque nunca se les cruzó irse al exterior. Así que vendieron todo y, después de mirar mucho, se decidieron por Yacanto, en Traslasierra.
Él renunció a su trabajo y Myriam dejó su trabajo independiente como restauradora de muebles. Vendieron la casa en San Isidro y compraron el terreno de lo que sería luego Puesto Victoria, una hostería que arrancó con tres habitaciones y ahora tiene siete. Llegaron con los dos hijos (de 8 y 18), que también se adaptaron, crecieron en la montaña y buscan ahora sus propios rumbos.
“Hay que tener una cuota de predisposición de soledad, un perfil que hace que te puedas adaptar a la zona”, advierte, aunque rescata que el contacto con turistas les da esa cuota “social” que podría faltarles fuera de la gran ciudad. “Venirnos fue interesante, ganamos en calidad de vida, ganamos como familia. Tenemos el dominio de lo que es nuestro tiempo... La experiencia fue buena. Si tuviera que repetir, repetiría”, dice.
FUENTE: http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/de-capital-federal-yacanto
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